Por Pablo Strozza

No hay ninguna duda al respecto: Jack El Destripador es el asesino serial más conocido del mundo, y el motivo de su fama es obvio: no se conoce su identidad. Los cinco crímenes a prostitutas que realizó en el barrio londinense de Whitechapel en 1888 aún hoy son objeto de toda clase de teorías, libros, películas e historietas que buscan, en vano, develar el misterio más grande de la historia de la delincuencia de Gran Bretaña y, porque no, del mundo.

Y este último género, el de la historieta, es el que nos ocupa, de la mano del autor más genial y extravagante de comics de la segunda mitad del Siglo XX: Mr. Alan Moore. Con los libros Jack the Ripper: The Final Solution de Stephen Knight y Dirk Gently’s Holistic Detective Agency de Douglas Adams como faros, Moore tardó más de diez años para completar su versión de la historia de Jack junto a los dibujos de Eddie Campbell como anclaje fundamental a su guión alucinado.

Moore adapta el mito de Jack a su conveniencia como autor. Cuenta con la ventaja, claro está, de que no se conoce con certeza el verdadero final de la historia. “From Hell es la autopsia de un hecho histórico, usando la ficción como escalpelo. Todos los personajes que pueblan esta historia existieron de verdad. Las motivaciones que les he atribuido y las palabras que he puesto en sus bocas están basadas, en la medida de lo posible, en una rigurosa documentación histórica. Hasta donde sé, ninguno de los acontecimientos expuestos en esta narración contradice los hechos confirmados, y no se ha ignorado ningún dato pertinente (…) Pero esto no es historia. Es ficción. Aunque el asunto entraña en sí mismo un notable enigma de carácter histórico, mi propósito es quitarle el énfasis al ‘¿Quién lo hizo?’ para trasladarlo al ‘¿Qué ocurrió?’. En esta obra señalamos a una figura como sospechoso (alguien a quien, por otra parte, otros escritores también han apuntado), pero esto supone simplemente una conveniencia de cara a la ficción: es más, hasta cierto punto, no nos preocupa si fue él quien lo hizo o no”, escribió Moore en la introducción a su novela gráfica, y deja todo más que claro sobre sus objetivos narrativos.

Y es que el tema principal de From Hell, más allá de Jack, es la Londres victoriana y los secretos que esa capital de un imperio escondía. Secretos vinculados con uno de los temas preferidos de Moore: la masonería; los mensajes ocultos tras las iglesias construidas por el arquitecto Nicholas Hawksmoor, que fueron erigidas después del Gran Incendio que la ciudad sufrió en 1666, William Blake como profeta y visionario. Un tema que le cierra perfecto a un hombre como Moore, que en plena era de la híper comunicación eligió vivir en otra época, más precisamente en el Siglo XIX. Moore no tiene celular, ni Internet, ni tampoco pasaporte, y en los últimos tiempos se dedicó, además de escribir novelas de miles de páginas ambientadas en su Northampton natal, a practicar la magia del caos. Sí, nuestro hombre hoy por hoy es mago, pero no estilo David Copperfield, sino de esos que buscan acceder a lo Oculto, así, con mayúsculas.

Pero no nos desviemos de From Hell. Como toda obra maestra de la historieta, Hollywood no dudó y puso su mirada en ella. Así, en 2001, se estrenó su versión cinematográfica, protagonizada por Johnny Depp y Heather Graham, y dirigida por por los hermanos Albert y Allen Hughes. Al filme le cabe la famosa frase italiana “Traduttori, traditori” (“Traductor, traidor”), que tiene su mejor ejemplo literario en la omisión de la palabra “Shit” en la versión castellana hecha por Jorge Luis Borges de Las palmeras salvajes de William Faulkner. Enumerar todas las fallas que tiene la película en función al comic original es en vano por lo extenso. Más allá de lo que se pierde en la adaptación de un lenguaje a otro, recursos como el desencuadre (que ocupa por completo el Capítulo 2 del comic llevando la lectura a una tensión insostenible) son ignorados en la pantalla grande de forma olímpica. Ese soborno que nos propone Moore como pacto entre lector y creador, y que aceptamos sin chistar, queda reducido a una mala parodia, a que el Quién pase a superar al Cómo y que el original se desvirtúe. Moore, como siempre ocurre con sus obras, se desvinculó por completo de la película, y su nombre no aparece en los créditos. Mientras tanto, Jack El Destripador, o su fantasma, (el homicida, por una cuestión de edad, tiene que estar muerto), sonríe desde el más allá, con la impunidad del anonimato de su lado.