Por Pablo Strozza

Un perfil del uruguayo que, durante casi cincuenta años, retrató como nadie a toda la clase política argentina.

Periodista, tal como elegía denominarse. Músico y mago aficionado. Melómano y coleccionista de piezas incunables del jazz y del tango. Y, por sobre todas las cosas, dibujante y buena persona. La calificación de “hombre del renacimiento” no le queda para nada grande a Hermenegildo Sábat, el uruguayo que falleció a los 85 años durmiendo en su casa. Como dijo Federico Monjeau, compañero de redacción en el diario Clarín, su lugar de trabajo desde 1973, desde su cuenta de Twitter, “Así mueren los caballeros”. Y vaya si Sábat lo era.

Tras haber sido jefe de redacción en el diario El País de Montevideo, Sábat cruzó el charco e ingresó primero al desaparecido La Opinión y luego a Clarín para ilustrar la columna de opinión política de los días domingo. Y así retrato a los involucrados en guiar los destinos de la Argentina, desde Agustín Lanusse hasta Mauricio Macri, y absolutamente todos los que se ubican en el medio de ambas presidencias, sean políticos, empresarios, sindicalistas o líderes religiosos, por poner sólo algunos ejemplos. Los dibujos de Sábat eran piezas periodísticas que dialogaban con los textos de los escribas y, al mismo tiempo, funcionaban como piezas independientes, que envejecían mucho mejor que las notas en sí. Las funciones de anclaje y relevo de las que habla Roland Barthes en sus textos tienen en Sábat un ejemplo inmejorable para su estudio y análisis.

Esa libertad que mostraba Sábat lo llevó a plasmar piezas memorables y, también, a tener algún que otro problema. Durante la última dictadura militar había una regla no escrita en las redacciones que prohibía retratar a la Junta Militar. Durante el mundial de fútbol de 1978, la algarabía general que dominaba a la nación debido al desempeño del seleccionado argentino hizo que Sábat, adrede, violara esa norma y dibujara a Jorge Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti junto a Joao Havelange, presidente de la FIFA, y que la caricatura pasara desapercibida. Ese hecho le dio vía libre a Sábat para continuar con sus dibujos, más allá que a veces no cayeran bien y que Guillermo Suarez Mason le hiciera llegar un mensaje por un tercero: “Digale a ese que se deje de joder con sus dibujitos o lo vamos a tirar al río”. También son recordadas sus sátiras de un Carlos Menem aferrado al sillón de Rivadavia para dejar en claro sus ansias de reelección eterna y sus polémicas con Cristina de Kirchner, que le valieron acusaciones de “mensajes cuasi mafiosos” y “violencia de género” por parte de la ex presidente. Sábat ignoró la primera de las acusaciones pero respondió la segunda con una carta abierta, en la que se defendió de esa diátriba equivocada y expuso su postura de no dibujarla más.  

En cuanto a su técnica, Sábat alternó dibujos con tinta china, acuarelas, carbonilla y crayón por separados o, a veces, combinados. Es interesante apreciar sus caricaturas de Macri y su uso de los blancos en contraposición a trazos gruesos para acentuar sus rasgos, en un reverso del estilo de Frank Miller. “Macri es dificilísimo de dibujar, lo cual me hace pensar que él debe ser un hombre también difícil”, dijo sobre el actual presidente.

Pero en donde mejor se aprecia su trazo en la saga de dibujos de personajes históricos, que aparecían los domingos en la página 3 de Clarín y en sus libros dedicados al jazz y al tango, dos de sus pasiones musicales (Sábat tocaba el clarinete y supo presentarse en el Ciclo Jazzología que se lleva a cabo hace décadas en el Teatro San Martín). Sin la urgencia del periodismo, el famoso Gardel con alas (que supo ser parte de la carta del desaparecido restaurant Lola) brilla con luz propia y es, quizás, la mejor manera de recordarlo. Porque, si el mito dice que Gardel era uruguayo y fue el mejor cantante de tangos de la historia de la Argentina, Hermenegildo Sábat corrige esa leyenda con la certeza de su nacimiento en el país vecino, y se iguala con el Zorzal Criollo como el mejor dibujante de la historia de los diarios argentinos. Que en paz descanse.